La fiesta patronal de Santiago de Chilcas

LA FIESTA PATRONAL DE SANTIAGO DE CHILCAS

Una de las fiestas religiosas de mucho prestigio en el distrito Santiago de Chilcas es la dedicada en honor al apóstol San Yago, popularizado en América como Santiago. Su fecha santoral es el 25 de julio, pero por imposición de la tradición popular lo festejan desde el 23 hasta el 27 de julio. Durante estos cinco días, los chilcasinos se reúnen en la capital del distrito, para festejar con pompa la festividad cristiana, que los españoles impusieron en este pueblo en el siglo XVII. Cada día de la fiesta tiene su nombre propio y sirve para realizar determinados rituales costumbristas. Al día 23 llaman antevíspera. Ese día por la noche arranca la fiesta con la llegada de las bandas de músicos, de las orquestas y de las pallas. El ritual más importante de la antevíspera es la licencia jorkay, que consiste en la solicitud de licencia de los funcionarios para usar armas blancas, bandas bordadas, insignias representativas, sombreros de pluma, como también para solicitar permiso para recorrer las calles y plaza de la ciudad y aventar avellanas. Al día 24 lo denominan víspera y ese día hacen el Cera Apay, que consiste en transportar ceras y aparatos florales de la casa de los mayordomos hacia la iglesia para adornar las andas del Patrón y de la virgen del Carmen que lo acompaña, y participar en la misa de víspera. El 25 de julio es el día central de la fiesta, donde los funcionarios salen con sus vestimentas de gala, asisten a la misa central, realizan las elecciones de los nuevos funcionarios para el año venidero y ofrecen los banquetes de costumbre. Al día siguiente, el 26 es el segundo día, que es el más animado de la fiesta. Comienza con el Huayi k´ak´ay, o visita de los funcionarios casa por casa, a todas las familias chilcasinas, para invitarles a que les acompañen en su día, desde las tres hasta aproximadamente las ocho de la mañana. Después del gran almuerzo del 26 de julio se realiza el ritual de la Entrada, estampa ritualizada que representa a la estruendosa entrada de Francisco Pizarro a la plaza de Cajamarca y la captura del Inca Atahualpa. El día final de la fiesta patronal es el 27 de julio y está dedicado a la despedida de los músicos y de las pallas, que por lo general lo realizan en las afueras de la población, en un simulacro de despedida por el camino por donde los visitantes retornaban en el pasado a sus pueblos de origen.


Entre aparatos florales y cirios, emerge la figura del apóstol Santiago, ataviando a la usanza andina.

Como en todos estos pueblos del antiguo Cajatambo, la fiesta patronal de Santiago es una mezcla de religiosidad y fervor popular, donde la alegría se generaliza una vez al año, como una válvula de escape de las muchas penurias que soportan las familias campesinas de Chilcas. En lo religioso, el pueblo sigue respetando lo que los españoles les inculcaron hace más de tres siglos. Un tipo de funcionarios, los Misa pagaj, se encargan de contratar al cura para que oficie la misa de víspera y la misa del día central. Ambas misas terminan en la procesión. Las imágenes de Santiago apóstol y de la virgen del Carmen, vestidos con sus mejores trajes y muy bien adornados con aparatos florales y ceras ardientes en los bordes de las andas, salen en hombros de sus devotos a recorrer por el perímetro de la plaza, al ritmo de las hermosas marchas regulares interpretadas por las bandas de músicos asistentes. El público acompaña la misa y la procesión, debidamente ataviado con sus mejores vestimentas. Especialmente las mujeres lucen sus vestidos de colores: mantas bordadas, vinchas de plata en la frente, sus cargantillas y aretes relucientes, sombreros adornados con flores naturales y artificiales. Lo religioso se reduce a estos dos ritos.


Las mujeres chilcasinas, con sus vestimentas de vivos colores bordados a mano, acompañan a la imagen de Santiago en la fiesta patronal del 25 de Julio.

En cambio el jolgorio popular dura los cinco días de la festividad, en la que la gente baila, degusta de platos típicos y bebidas preparadas y embotelladas, de principio a fin. Con este fin, la comunidad nomina anualmente a los funcionarios principales y secundarios. Son funcionarios principales: el capitán (Pizarro), que se hace acompañar por una banda de músicos y el inca (Atahualpa) que contrata una orquesta típica de la región. Se complementa con los funcionarios de segundo orden: los mayordomos, encargados de las ceras y de los adornos florales y los misa pagaj que contratan al sacerdote. Para una fiesta completa nombran dos capitales y dos incas, por lo que asisten dos bandas de músicos y dos orquestas, además de los cuatro o más vasallos del Capitán y los cuatro o más pallas del Inca. Son las bandas y las orquestas los que animan la fiesta durante los cinco días, interpretando los aires musicales tradicionales que exigen los rituales y las piezas musicales para alegrar a la gente del pueblo, ya sea en la casa de los funcionarios, en las visitas a las autoridades, en los campos deportivos y en todos los actos que forman parte de este complejo sistema cultural de la fiesta patronal de Santiago en Chilcas. Durante estos días, los principales danzantes son los funcionarios y sus acompañantes. Son ellos, varones y mujeres, los que se encargan de invitar a bailar a los asistentes, de tal suerte que la fiesta discurre en permanente movimiento de la gente al ritmo de la música, ya sea de viento o de cuerdas. Como de costumbre, las bandas y orquestas vienen muy bien preparadas para tocar de todo. Tocan especialmente los huaynos de la región y los huaynos que los cantantes andinos de la urbe crean y los músicos lo difunden en estos acontecimientos populares del Perú profundo. También tocan los huaylarshs del valle del Mantaro, las sayas bolivianas y las morenadas puneñas. No faltan tampoco las piezas criollas como el valse y la marinera y las músicas modernas como la cumbia, el tekno y otras piezas citadinas que exige el público joven migrante o de los nacidos en tierras costeñas que retornan a la tierra de sus padres y de sus abuelos para participar de la costumbre chilcasina.


El ritual de la "entrada" de Pizarro y sus huestes a Cajamarca, se reproduce en la fiesta de Chilcas, en su versión popular de Pizarros y Atahualpas.

La tradición no muere.
En los últimos veinte años, en muchos pueblos andinos, han decaído las fiestas patronales, por una serie de factores, especialmente por sus altos costos de organización y menor presión de las organizaciones comunales para con las obligaciones festivas de los comuneros. Pero la decadencia ha encontrado solución en su misma gente. En Chilcas, como en muchos otros pueblos de esta región y de otras regiones del país, son los migrantes y los hijos y nietos de los migrantes los que asumen las responsabilidades para que la tradición festiva patronal continúe vigente. Durante los últimos años en Chilcas entra como capitán el comunero que está en turno para ese año y un capitán migrante que reside en Lima u otra ciudad de la costa. De esta manera, la fiesta patronal sigue viva por acción de los mismos ciudadanos de Chilcas y la intervención de los migrantes. Algunos años, cumple con hacer la fiesta sólo el migrante que siempre es funcionario voluntario y no el comunero obligado, pero en la mayoría de los años, bailan los dos funcionarios. Otro signo de decadencia de las fiestas costumbristas es que hay una tendencia por el olvido de entrar como bailante de Inca. Cuando esto ocurre, los funcionarios que hacen de Capitán tienen que completar por su cuenta la estampa del Inca y de sus pallas. Esta ausencia oficial del inca aumenta los costos de la organización de la fiesta, al mismo tiempo que se deteriora la tradición, pero afortunadamente no muere. Mas allá de la función religiosa de la fiesta de Santiago, el motivo sirve para estrechar los lazos de familiaridad y de amistad entre los chilcasinos residentes en la misma localidad y los por distintos motivos han fijado sus residencias en las ciudades de la costa y en el extranjero. La fiesta es una buena ocasión para confraternizar, establecer relaciones de reciprocidad, darse un abrazo con la familia, con los paisanos y amigos; hacer nuevas amistades con la gente de los pueblos vecinos que asiste, en fin para respirar aires andinos en medio del calor familiar y el fondo musical que sólo la fiesta costumbrista sabe ofrecer.


Entusiastas acompañantes del capitán de la fiesta chilcasina, que simbolizan la alianza de las ñustas andinas con los conquistadores ibéricos.

Origen y simbología de Santiago.

No tenemos datos fidedignos para afirmar cuándo se instituyó en Chilcas el santo patrono de Santiago. Es probable que se haya establecido a finales del siglo XVI o durante la primera mitad del siglo XVII. Hasta donde tenemos noticia, por ordenanza del virrey Francisco de Toledo -1578 a 1581-, Ocros y Acas fueron las reducciones de esta región ordenadas para la catequización de indios y para el control de las mitas para los trabajos en las minas y los obrajes. Hacia el sur, se establecieron las reducciones de Ticllos y de Cajamarquilla. Sin embargo, los pobladores de Chilcas y de Machaca que asistían a la catequización en Acas y luego en Ocros no se quedaron a vivir en las primeras reducciones, regresaban a sus sedes de origen, probablemente por la cercanía. En cambio, el ayllu de Curpash, que también fue reducido a Cajamarquilla, sí se quedó en esa reducción. Allí se les dio solares para sus casas y ellos edificaron sus hogares, tanto en la marca de Cajamarquilla como en la población de origen, que más tarde pasaría a Llipa. Los ayllus de Chilcas y de Machaca prefirieron retornar a sus centros poblados y no ocuparon la sede de la reducción de Acas ni de Ocros para edificar sus casas. De hecho, las principales reducciones ordenadas por los conquistadores europeos adquirieron desde ese momento la advocación de un santo patrono. En cambio los ayllus menores, lo obtuvieron en el proceso de cristianización en las reducciones principales hasta mediados del siglo XVII.


Los Pizarros, con sus relucientes espadas, bandas bordadas en terciopelo y plumajes, se pasean triunfales por las calles del pueblo.

En los documentos de las visitas doctrinales de don Bernardo de Noboa, cura de Tiíllos, en 1656, se menciona a Chilcas con la advocación de Santiago, así como a San Pedro de Hacas y Santa Catalina de Pimachi. Estos datos nos indican que la denominación patronal de Santiago de Chilcas lo debemos ubicar en la primera mitad del siglo XVII, cuando los dominicos se encargaron de la cristianización de indios de esta región. Por entonces, todas las poblaciones existentes anteponían a sus nombres originarios el del santo patrón. Así aparecen en la región: Santo Domingo de Ocros, Santiago de Chilcas, San Juan de Machaca, San Pedro de Hacas, San Juan de Cochillas, Santa Catalina de Pimachi, Santo Domingo de Carhuapampa, San Francisco de Otuco, Santo Domingo de Pariac, San Pedro de Ticllos, San Miguel de Corpanqui, San Jerónimo de Copa, San Francisco de Mangas, San Pedro de Copa, San Salvador de Congas, San Agustín de Cajacay, San Francisco de Chiquián, Santo Domingo de Huasta, San Bartolomé de Pacllón, San Miguel Arcángel de Aquia. De esta suerte, los españoles convirtieron a los pueblos reducidos en potenciales creyentes de la simbología cristiana venida de Europa, en sustitución de los dioses propiamente andinos. Pero la definitiva cristianización esperaría más de dos siglos de dominación. Durante el siglo XVII, en todas partes del Perú andino, la religión andina de procedencia inca estaba en franca lucha con el cristianismo y sólo en el siglo siguiente los indígenas aceptarían parcialmente los ritos católicos a conciencia, sin dejar de creer en los símbolos de la divinidad andina del sol, la luna, las estrellas, los cerros sagrados o huamanis, los ríos, las lagunas, etc. Después de este largo proceso de catequización, la imagen del apóstol Santiago de Chilcas, entra a las conciencias de los chilcasinos y perdura hasta hoy.


Santiago El Matamoros, según la concepción escultórica del Apóstol Santiago en Corpanqui, Bolognesi, Ancash. (2005).

De Libiac Cancharco a Santiago. Mucho tuvo que ver el sistema de creencia originaria con la cristianización de los naturales de Chilcas y el triunfo de la imagen de Santiago. Como lo sugiere el historiador Manuel Burga (1988), en su estudio sobre el nacimiento de una utopía, a la llegada de los incas a estas tierras, Chilcas era un ayllu llacuaz, es decir, un pueblo de pastores de altura, que se fusionó culturalmente con la etnia de los agricultores waris que ocupaban las partes bajas de quichua. Los llacuaces tenían por dios principal al rayo, al que llamaban también Libiac Cancharco o Yana Ramán (Cardich, 1981). Para los llacuaces, el dios Libiac (lliuyaj dicen ahora) se manifestaba en truenos y relámpagos durante las épocas de lluvia; por tanto, era un dios anunciador de las lluvias tan esperadas por pastores y agricultores. Su pacarina o templo principal era el nevado de Yerupajá en la cordillera de Huayhuash. Cada vez que Libiac tronaba en los cielos, los antiguos llacuaces le rendían culto, porque era su pricipal divinidad, que le traía agua para la siembra y el crecimiento de los pastos.


La orquesta Los Monarcas de Chilcas desfila con paso marcial durante la ceremonia de homenaje a la Independencia Nacional (2007).

Cuando los españoles impusieron la imagen del apóstol Santiago en Chilcas y en muchos otros pueblos del Tahuantinsuyo, les hicieron creer que el rayo y el trueno que se anuncia en las épocas de lluvia no es el dios de sus antiguas creencias, es el dios de los blancos españoles llamado Santiago, que recorre el cielo montado en su caballo blanco arrastrando un cuero de toro. Con el tiempo, los naturales llegaron a creer en la transposición del símbolo de Libiac Cancharco por el Santiago el apóstol de Cristo. Hasta hoy, los campesinos de Chilcas comentan entre verdad y broma, que el trueno es provocado por las correrías del patrón Santiago arrastrando un cuero. Evidentemente, este es el caso de todos los pueblos vencidos, que se ven forzados a aceptar las creencias de los conquistadores. En el caso de chilcas, no fue difícil aceptar la nueva creencia, porque en el imaginario andino, tanto la expresión del dios Libiac como la creencia en el dios Santiago tienen elementos en común, el estruendo del trueno. Los mismos españoles llegaron a este continente después de haber procesado ideas y creencias de las potencialidades del apóstol Santiago en su larga lucha contra la ocupación de España por los árabes, conocidos también como moros. Los musulmanes que conquistaron la península ibérica eran creyentes de la religión mahometana, cuyo símbolo egregio era Mahoma. Para combatir a la religión musulmana y a la ocupación político-económica de su suelo patrio inventaron imágenes salvadoras como el de Santiago el matamoros.


Clarinetes y trompetas de la Banda Centro Musical Huayllapa tocando aires andinos en el atrio de la iglesia de Chilcas. Al centro, el legendario clarinetista Moisés Reyes.

Emilio Choy (1958), ha sido el primero de nuestros intelectuales que ha interpretado muy bien el papel simbólico de Santiago el matamoros en el proceso de la reconquista de los territorios de España de manos de los conquistadores árabes y luego trasponerlo en la conquista del Tahuantinsuyo por los peninsulares apelando a la fuerza de la fe en Santiago el mataindios. Haciendo un análisis de este proceso ideológico dice Choy en este párrafo acerca del apóstol: De modesto discípulo del Nazareno, fue convertido en símbolo de una iglesia militante, porque el culto católico tenía que pelear o morir. Para poder sobrevivir, se convirtió en un clero castrense. Es que no bastaba luchar; el arrollador avance del Islam había elaborado un símbolo: Mahoma, como profeta de dios, para castigar a los infieles; y las victorias que conseguían los islamitas, se debían, según ellos, al favor divino. La competencia determinó la necesidad de afirmar que también la divinidad protegía a los cristianos, enviando en los momentos decisivos al deslumbrante Santiago, que, bajando como un trueno, ayudaba a los cristianos a matar a los moros (Choy, 1979: 353 / El subrayado es nuestro). No hay duda, los nacionalistas españoles que luchaban para reconquistar España expulsando a los árabes musulmanes, habían creado una imagen simbólica para contrarrestar y equiparar al símbolo de Mahoma que los moros usaban en sus guerras. Lo consiguieron finalmente, cuando la guerra de reconquista concluyó con la caída del califato de Granada en 1592, último bastión de los de los árabes en tierras de los reyes católicos.


El capitán Melchor Robles y sus vasallos en caballos enjaezados de plata y sus símbolos de conquistadores de un imperio.

Esta misma estrategia ideológica fue usada por los españoles en la conquista de México y del Tahuantinsuyo. Si bien, un pequeño grupo de aventureros comandados por Francisco Pizarro, entró con feroz violencia a Cajamarca, apresando al Inca Atahualpa, la lucha por la conquista y postconquista contra la resistencia inca fue larga y penosa. Especialmente el sitio que impuso Manco Inca al Cusco en 1536, los españoles explicaron su triunfo final a través de sus cronistas, a la presencia de Santiago, que cayó del cielo como un trueno para salvar a los españoles sitiados por los soldados de la resistencia inca. Huaman Poma, el cronista indio, dice sobre este suceso: … dicen que lo vieron bajar al sol. Santiago con un trueno muy grande como rayo que cayó sobre la fortaleza de Sacsayhuamán, que es pucara del inca, situado arriba de San Cristóbal y como cayó en tierra se espantaron los indios y dijeron que había caído Illapa-trueno y rayo del cielo… (Huaman Poma: citado por Choy). Estos relatos recreados por los curas doctrineros con fines de la catequización tuvieron impacto en las mentalidades de los vencidos. La imagen de Santiago/Illapa aparece como el símbolo de la victoria de los españoles matando soldados aztecas en la conquista de México y aniquilando indios en la conquista del Tahuantinsuyo. Edmundo Guillén (2005), con un criterio comparativo dice de las dos guerras de conquista españolas: “Así como Hernán Cortez había tenido su noche triste en México, en el Cusco, los Pizarro tuvieron también una terrible y larga semana triste, al extremo de que toda su gente quedó reducida a la plaza y grandes construcciones aledañas en gran parte incendiadas. Los españoles estaban tan consternados que clamaban a Dios puestos de rodillas….” (Guillén, 2005: 136). Lorenzo Huertas (2005) va más allá en la simbología de Illapa, como trueno y como sinónimo de Santiago, afirma que descifrando otros documentos como el de Cristóbal de Albornoz, Illapa significaba también control del parentesco, es decir descendencia de ayllus illapa. En distintos lugares de los Andes, como en Lucanas en Ayacucho, el Yayán Illapa era la momia de un antepasado común al que se le rendía culto. Por todas estas informaciones, la imagen de Santiago apóstol se convierte desde la época de la conquista española en símbolo de las victorias españolas y sustituye con habilidad catequizadora de los curas cristianos a Libiac Cancharco dios de los llacuaces o illapa que representa al trueno.

Banda Orquesta Centro Musical Llipa que acompañó al capitán Melchor Robles poza en la plaza de Santiago de Chilcas.



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